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Una carrera con pocas salidas


Ayer me encontré con un estudiante de magia. Fue difícil porque el muy asqueroso estaba andando por el reflejo de la calle y no por la calle en sí, pero yo soy lo suficientemente distraído como para darme cuenta de que había asimetrías.
El caso es que le paré en mitad de la acera para interrogarlo. Lo primero que le comenté fue la maravillosa impresión que tenía de la magia, y que debía ser genial estudiarla. Todavía no le exigí hojas de inscripción ni nada parecido porque quería que se confiara.
El caso es que el estudiante no parecía muy entusiasmado. Asentía y sonreía de una forma un poco cansada, y como lo veía aburrido y temía que se fuera, le pregunté por lo que haría en el futuro como mago.
"Seré profesor", me dijo. ¿Profesor? ¿En serio? ¿Teniendo nada más ni nada menos que magia iba a resignarse a aguantar una clase de molestos alumnos?
Pero bueno, tal vez la magia no fuera para tanto y por eso iba a hacerse profesor. De todas formas le pregunté por la clase de cosas que podía hacer y me contestó que prácticamente todo. Que un mago era alguien que se acercaba mucho a la omnipotencia.
¿E iba a ser profesor?
Le pregunté si era buen alumno y me dijo, sintiéndose algo cortado debido a su modestia, que era muy bueno.
"¿Y por qué no aprovechas tu magia para lo que tú quieres?", le pregunté.
"Es que todos los problemas no se solucionan con magia", me dijo.
Joder. ¿Cómo narices no van a solucionarse todos los problemas con magia siendo ésta magia como es? ¡Y de todas formas ayuda!
Oh, pero es que si usas demasiado la magia te vuelves "corrupto". O rompes el "equilibrio".
Anda, por favor. Vale que en la Tierra muchos magos puedan interferir, pero, ¿podría alguien decirme cómo narices se va a romper el supuesto equilibrio de la Luna?
"¿Y no puedes escoger ninguna otra carrera?", pregunté yo.
Él negó con la cabeza.
Me gustaría saber quién fue el imbécil que puso esas reglas.